sábado, julio 23, 2005

Hoy les traigo una historia vieja, estaba indagando entre mis archivos y encontrè esta de hace algunos añitos, no recordaba que la tenìa pero fue real y podrìa decirse que me inspirò en parte para escribir el loco, se las comparto, y la trasncribo tal y como la encontrè, asi que ahi ustedes disculparán la redacciòn .. Saludos y besos.
Las campanas de la Iglesia cercana, de la que desconozco el nombre retumbaron y bailaron anunciando las tres de la tarde. Cuarenta y tres grados infernales me envolvían y el aire del ventilador solo hacia que se acentuaran mas, así que decidí apagarlo y con ello el único ruido que nacía en la pequeña oficina, donde me había quedado sola, como cada día a la misma hora. Curiosamente el trafico parecía que también se paralizaba y solo escuchaba el radio de los vecinos de al lado de la que se desprendía una melosa y muy vieja melodía.

Era hora de comer pero rara vez lo hacía en ese sitio. Así que mejor dedicaba mi hora libre a leerme algún libro y olvidarme de mi realidad. Sumida en la lectura andando por las románticas y empedradas calles parisinas por allà de los años cuarenta, escuche un golpe en la ventana que me hizo pegar un enorme brinco. Frente a mí, una figura por demás extraña me pedía monedas. Tallé mis ojos pensando que podía ser alguna ilusión producto del calor y el libro que leía, pero al fijar nuevamente la vista me di cuenta que allí seguía parada.

Comencé observar a un hombre mayor, absolutamente desarrapado y a medio vestir, con una camisa que supuse en algún momento fue blanca, abierta a medio pecho y pantalones caquis repletos de manchas de aceite. Tomó la reja de la ventana, mire unas manos viejas fuertes y maltratadas por el tiempo, unas uñas pintadas de rojo; y al subir la vista a la cara encontré un rostro arrugado surcado, marcado. Unos labios prominentes de los que resaltaba un fuerte color coral, unos enormes y profundos ojos negros de largas pestañas coloreadas en dorado. Mi mente no podía razonar y procesaba muy lentamente lo que veía; me quedé boquiabierta, desconcertada con lo que se presentaba ahí, justo en esa acera cuarteada y ese asfalto negro azuloso que guardaban tantas historias.

Mientras intentaba decodificar lo que veía, el hombre me miraba en espera de una respuesta a su solicitud y al notar que no reaccionaba pidió nuevamente una ayuda. Más asustada que convencida y conmovida, jalé rápidamente del bolso de mano una moneda de diez pesos, con tal de que aquel extraño desapareciera pronto de mi vista. Extendí la mano temblorosa pidiendo en silencio que se marchara ya de ahí. El, al ver la moneda que le acercaba tomó suavemente mi mano que yo miraba con horror -¡Que hermosas y tersas manos!- dijo, - yo jamás podré tenerlas como usted; es tan bella y tan envidiable aparte de hermosa culta e inteligente- mientras señalaba el libro.

Yo estaba boquiabierta. El anciano dijo, -Le agradezco tanto su ayuda- y soltó mi mano.
Pálida le di la espalda esperando que al llegar nuevamente a mi escritorio aquel ente hubiera desaparecido pero no fue así nuevamente su voz me hizo pegar un respingo; -No tengo palabras. Estoy de viaje sabe? de paso por aquí; no conocía la ciudad pero es muy grande, lástima que no puedo quedarme mucho tiempo. Voy al otro lado- y noté una extraña chispa en sus ojos,- A buscar a Roberto que se fue para allá hace más de seis meses. Los primeros dos mantuvimos comunicación por carta y en ellas incluía algunos dólares y fotografías de San Diego donde el vive. Ha oído hablar de allí? seguro que si; probablemente hasta ha estado en la ciudad- se respondió a si mismo sin tiempo para que yo pudiera pronunciar nada, - pero desde hace tres meses no se de èl; decidí seguirlo, así que para allá voy- y regalándome una enorme sonrisa mostrándome el hueco donde deberían estar algunos dientes, me dio la bendición y me indicó que debía seguir su camino...

Aun sin salir del trance vi. Aquella figura fundirse con las sombras de los árboles a lo lejos.

Aun sigo pensando, algunas almas nobles vienen en envolturas muy extrañas...

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