domingo, octubre 31, 2004

La búsqueda.


Sus frases llegaban cargadas de presentes y consuelos; algunas visiones le acariciaban internamente la piel pero el lienzo permanecía en blanco y los pensamientos laberínticos la hacían retroceder para buscar el final, dar la vuelta y caminar cuesta abajo, huyendo del aullido de los lobos. Los filamentos del destino le hacían estallar las venas por donde, incauto, un líquido rojo y espeso circulaba sin saber que estaba a punto de abandonar el cuerpo.


La furia de sus instintos la obligaban a arañar los vértices de la cama, sin entender el mal que le habían causado. Daba vueltas sobre el lecho entintando las sabanas blancas. Se reencontraba con la silueta disuelta en la noche de quien le había le extirpado la médula. No podía distinguir su faz, pero expedía ese olor inconfundible que tenía impregnado. Cada vez que intentaba correr a su encuentro o la señalaba se desvanecía en medio de una carcajada burlona.


Le buscaba un rostro con la ingenuidad de quien espera que las nubes desaparezcan para ver brillar las estrellas pero era imposible ir mas allá de aquella sombra que jugaba con su razón; un día después de otro y el siguiente.Ella se atormentaba imaginando sus rasgos era indispensable saber qué mirada tenía su verdugo. Hasta que una noche, por fin, una mano helada se aventuró a correr el velo que había sobre el espejo, dejando al descubierto su propio reflejo.

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