miércoles, marzo 28, 2012

El milagro de las gotas al caer...



     Caminaba de regreso a casa a cierta hora transitada del mediodía, el sol enorme y majestuoso iluminaba el cielo. De pronto una lluvia de gotas grandes y pausadas comenzó a caer sobre mi cabeza, aceleré un poco, (sólo un poco) el paso;  varios adultos hicieron lo mismo, algunos con mucha más prisa y la cabeza clavada en el piso cubriendo sus cabezas con las manos o cualquier artefacto que tenían a la mano.
 Pasábamos justo frente a una escuela primaria;  una madre apresurada cruzo la calle con sus dos pequeños, al llegar al otro lado de la acera los soltó y con rapidez abrió la puerta de su ostentosa camioneta y subió apurada pensando que los niños imitarían su gesto, contario a esto, el niño miró hacia arriba, abrió sus manitas y comenzó a dar vueltas, su hermana menor lo observó primero con cara de susto pero inmediatamente y olvidándose de la madre comenzó a seguir el juego de su hermano;  ambos daban vueltas con los brazos elevados al cielo recibiendo las enormes gotas, todos los adultos que pasábamos al lado suyo sin darnos cuenta  levantamos el  rostro, miramos a los niños y nos detuvimos de golpe a observar ese par de sonrisas enormes y sinceras que en mi caso, hacía tiempo no veía por estos rumbos, por una fracción de segundo la lluvia fue lo de menos y todos disfrutábamos de el espectáculo esbozando una sonrisa. Incluso una joven que caminó junto a mí a lo largo de dos cuadras cubriendo con sus manos una enorme mancha que adornaba su blusa blanca y que, obviamente hacía con este gesto que fuera mucho más evidente, olvidó el detalle y dejó caer sus brazos a sus costados relajándose por un momento, quizás trayéndonos a la mente aquella canción infantil que de alguna forma se ha vuelto un tanto icónica en esta ciudad,- si las gotas de lluvia fueran de caramelo me encantaría estar allí abriendo la boca para saborear- ...
 De pronto, del interior  del vehículo salió la voz de la madre gritando - ¡José!- de forma brusca y estridente, el niño con un  sobresalto corrió a la camioneta seguido de la pequeña hermana  y nos trajo a todos de vuelta  a la realidad haciéndonos seguir nuestro trayecto no sin antes volver a clavar la mirada al asfalto ceniciento que ahora brillaba un poco más con el reflejo de sol en los charcos de lluvia... 


Fotografía tomada en fundidora
by. Naxhelli Pacheco
Nikon D3100



2 comentarios:

gLeN dijo...

Hay que ser como niños, no hablo de ser infantiles, pero si inocentes, que las pequeñas cosas nos sorprendan y maravillen :)

un placer leerte Nax :) un beso

Emilia S dijo...

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besosss

Emilia