domingo, septiembre 19, 2004

Te atreves a bailar descalzo?





Por que nadie podí­a entender; que Ella en verdad conocí­a en contenido de la caja de Pandora. Era un dí­a nublado cuando vinieron esos malditos desconocidos que sin tacto la envolvieron en una camisa de fuerza y le cerraron la boca con cinta adhesiva. Ella no querí­a hacer daño solo intentaba permanecer en ese su espacio, no tenia que explorar ningún otro sitio su rincón era suyo y esos enormes hombres solo querían lastimarla...
Cuando volvió en si comenzó a tallar sus ojos y poco a poco se encontró a si misma en dentro de un cuarto blanco, en una fría cama a la que estaba atada envuelta en sábanas blancas, con un penetrante olor a cloro; y se preguntaba, Dónde estaba su pared tapizada de flores rosas de papel?. Dónde quedaba la ventana por donde contemplaba el mar? ese mar furioso, al que tantas veces había lanzado mensajes, así como en las películas, dentro de una botella. -Yo no estoy loca!- se repetía y gritaba desconsolada esperando a que alguien allá afuera la escuchara -Tengo que enviar mi mensaje!, tengo que salir de aquí-... Cuánto tiempo pasarí ? Quizá en el tiempo humano algunas horas que correrían presurosas por el reloj. En su tiempo una eternidad que no volvería.
Comenzaba el turno de Rocí­o, su trabajo como enfermera jamás la apasionó por completo, pero ya estando en esto cumplía sus obligaciones como la profesional que era. A pesar de su juventud y su belleza Rocío siempre tenía el seño fruncido; ella decí­a que para un trabajo como este debí­a ser dura y poco sensible. Su compañera de cambio de turno le pasó la tabla de ingresos. Leyó con atención y preparó los medicamentos, la mayorí­a de ellos somní­feros, todos eran casos similares, no veía nada nuevo solo locos, simplemente eso, locos con los que tendrí­a que lidiar una noche más. Realizó su recorrido y dejó al último la habitación de la única mujer que había ingresado ese día; preparada con aguja en mano se dispuso a entrar con la misma confianza de siempre.
Ella contemplaba el techo cuando de pronto, alguien hizo rechinar la pesada puerta de helado metal, un nuevo rostro, una mujer que no conocía; -No es extraño?-. Sin palabras la enfermera se acercó, mientras Ella la observaba, analizaba, escudriñaba y radiografiaba. Cuando sus miradas se cruzaron Rocí­o fue invadida por una inexplicable sensación que jamás antes habí­a sentido, mezcla de pánico, compasión y curiosidad. Ante sus ojos se revelaba lo que probablemente podí­a ser una imagen distorsionada de si misma, postrada en la cama de un manicomio. Ella soltó una risa estrepitosa que hizo cimbrar a Rocío y dijo con voz dulce -Ahora lo entiendo; te reflejaste en mis ojos verdad?- la enfermera impávida sin pronunciar palabra se quedó por un momento sin respiracion perdiendo de pronto todo control sobre su cuerpo. Ella tan solo la miraba y después de algunos minutos por fin dijo - Te parece extraño?, apuesto a que si te atrevieras a bailar descalza alguna vez entenderías mi condición y entre tu y yo no habría mucha diferencia, mi mundo y tu mundo solo son distintos en algo, a pesar de estas ataduras yo soy mas libre que tu -. Tras decir esto Ella cerró los ojos. Cuanto tiempo pasaría? no lo se, pero para Ella significó un para siempre, Rocí­o se dio la vuelta lentamente, salió de la habitación sin cerrar la puerta, dejó la jeringa cargada con el medicamento sin aplicar en una mesita justo a la salida; puso sus zapatos a un lado de esta, perfectamente bien alineados y en segundos a lo lejos se observó una esbelta y fina figura vestida de blanco y descalza que desaparecí­a por el pasillo dando vueltas sin parar.

No hay comentarios.: